miércoles, 29 de julio de 2009

Tócame un pie

A mis querídisimos lectores.



Me gustaría haceros párticipe de una historia truculenta, oscura y llena de misterios asombrosos difíciles de explicar.



En primer lugar he de confesar algo que a muchos a estas alturas no se os escapará: soy mujer y
como tal , sin pretender incurrir en tópicos, me defino como autofetichista.


-¡Dios Mío!, ¿Qué significará semejante palabro?- diréis algunos girando la cabeza. Pues bien, el término autofetichísmo tal y como mi mente obtusa lo entiende hace referencia al extremo cuidado (¡Por Dios! ,¡Extremo cuidado! Será mejor que empiece a ser sincera) o cuidado a secas (mejor) con el que una mujer se automima, se cuida y se arregla para luego admirar con soberbia su gran obra.


Como la cosa va de confesiones, me descubro ante vosotros como un ser de pies horrendos a los que, como una madre de hijos abominables que no por ello les da la espalda, les dedico un poco de atención y por ello me gustaría que fuesen respetados. Pero como un hijo abominable, mi pie es inoportuno e impertinente, y tiene la fea costumbre de salir al encuentro de seres despreciables.
Como son hijos abominables de una madre excelente, a veces se comportan educadamente y son adorables, complacientes y reluce en ellos cierta hermosura sólo visible para su progenitora. Pero sigue pesando sobre ellos su fealdad, la gente es extremadamente cruel y a veces son víctimas de injusticias que harían ofenderse hasta el ser más inhumano.
Podría detenerme en tales afrentas pero os voy a hablar sólo de la más reciente. No voy a ser yo, la madre, la que hable, sino que voy a dar paso a mi pie para que os lo cuente él. Cojan pañuelos, apaguen las luces y busquen un lugar solitario; lo que van a leer no merece otra cosa.
" Ayer volvía de acompañar a un familiar a la estación. Una parejita de niños zizgagueaba detrás de mí con sus bicicletas. Como pasabamos por una zona que estaba cercada y el tránsito era difícil, les cedí el paso. Tales niñitos, sólo adorables, a la madre que los ha parido, resultaron ser de una torpeza excesiva. Sin modificar mi ritmo, suelo andar bastante deprisa, les adelanté. Al llegar a un estrechamiento, tuve que volver a cederles el paso ante la posibilidad de ser arrollada.
Pasó una niña pecosa (más fea que yo, un simple pie) sin disculparse ni dar las gracias, y, mientras pensaba para mis adentros - ¡Vaya!, ¡Qué juventud más maleducada! pasó su hermano lánzandome un gapazo de 100 mililitros.
Quise correr, gritarles, pegarles, buscar a su madre, leerle la cartilla, poder castigarles sin play ni mierdas pero lo siguiente que recuerdo es estar en casa limpiando aquella asquerosidad. Me gustaría lanzar una petición al mundo.
"POR FAVOR, MIREN DONDE ESCUPEN"


1 comentario:

  1. 1) siempre es mejor "mirar donde escupir" que "escupir donde mirar", así que buen consejo.

    2) pobres pies... los tenemos tan maltratados y olvidados. El mío hoy luce una tirita en el tendón de Aquiles y parece que me habla por ahí y dice con vocecilla de pie: "wui-ñiq-ñau-weau". Y me da penita...

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