jueves, 17 de septiembre de 2009

El fracaso reiterativo

¡Hola amigos! Quería contaros que ya desde hace tiempo tengo una especie de cactus, más concretamente un litops (tiene forma de cerebros semienterrados en tierra), al que en su día bauticé con el nombre de Homero (una pegatina en su maceta atestigua ese hecho). El pobre cactus esta medio muerto o muerto entero, porque todos los pequeños cerebros excepto uno están arrugados y con un sospechoso color marrón, pero me niego a tirarlo hasta que todos los cerebros se hayan carbonizado. Lo grave del asunto es que antes que este litops he tenido ya cinco, y todos han alcanzado el mismo funesto final. Aun así, tonta de mí, cada vez que voy a una de estas tiendas popurrí de plantas para el hogar acabo trayéndome un litops para sustituir al litops fallecido corresponidente.
Un caso con un inquietante parecido al de los litops es el de los piercings de mis orejas. Me hice uno hace poco y está infectado, igual que sus dos predecesores (que obviamente, me tuve que quitar). La otra Bell incluso me ha advertido que se me podría caer la oreja si no me lo quitaba, pero me niego a rendirme todavía. Aún hay mucha oreja que cortar.
¿No era el hombre el único animal que tropieza dos veces en al misma piedra? Pues yo soy el vivo ejemplo de ello, e igual que yo, todos vosotros. ¿Cuántas veces nos hemos prometido dejar de fumar, dejar de mordernos las uñas, apuntarnos al gimnasio, hacer dieta, etc.? Asumámoslo, el ser humano es falible; que cada uno haga examen de conciencia. Yo debo empezar a asumir que no tengo mano con los cactus y que al cartílago de mi oreja no le gusta el acero.

1 comentario:

  1. Por cierto, tengo un cacho de tu oreja en mi bolso. ¿Te lo llevo mañana al curro?

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