A riesgo de parecer obscena, me gustaría abrir esta nueva sección compartiendo con vosotros, queridos seguidores, la experiencia, verdad y misterios que supone el ser mujer y el ir al baño en calidad de tal. Queremos crear un espacio de comunicación interdisciplinar para que vosotros, lectores, sea cual sea el sexo y la sexualidad a la que estáis adscritos; opinéis e intentéis arrojar un poco de luz a las cuestiones que se irán abriendo a debate.
Tengo muchos y muy buenos recuerdos de mi infancia y se puede decir que viví esta época de mi vida intensamente. Aprendí a montar en bici, a diferenciar a grandes líneas entre el Bien y el Mal y a resultar ilesa de golpes absurdos que de haberlos sufrido a mi edad, de seguro, me hubieran tenido hospitaliza por un tiempo. Pero sin duda lo que con más cariño recuerdo son los consejos higiénico-sanitarios que me daba mi madre, -no los entendí en su momento pero ahora cobran sentido-. de los cuales considero que hay uno que destaca en especial.
-Jamás te sientes sobre un váter público- me decía mi madre una y otra vez mientras me ayudaba a realizar adecuadamente la "posición" y delimitaba un perímetro de seguridad con papel higiénico cuidadosamente colocado sobre los bordes de la taza.
Sé que aquellas mujeres que estén perdiendo el tiempo leyendo ésto se van a sentir identificadas pues todas, en algún momento u otro, han tenido que desoír el consejo que toda madre ha entregado como el más valioso. De paso intentaremos comprender el porqué de nuestra tardanza -algo que a muchas de nosotras se nos escapa- y el porqué de la imperiosa necesidad de acudir acompañada por al menos una amiga. Cuando esta nos falla, las consecuencias pueden ser imprevisibles.
Como mujer que eres, doy por hecho que te hidratarás con al menos dos litros de agua diarios. Quizá eso explique que no es tardes precisamente, es que vas demasiado al baño.
Normalmente un baño de mujeres cuenta con una "cola" - disculpen el chiste facilón- más larga que el de cualquier oficina de empleo.
Tú llegas y pides la vez mientras sonríes educadamente a tus compañeras. Te cruzas de piernas en un gesto de impaciencia con el que pretendes provocar compasión y ser adelantada en la cola. Normalmente encontrarás un gesto equivalente en tus homónimas: ellas se cruzarán de piernas y encorvarán ligeramente la espalda. Tus sueños de orinar antes se desvanecen.
Cuando ha llegado el ansiado momento y un baño ha quedado por fin libre, vendrá la típica madre con su hija en brazos en señal de extrema urgencia y sin haberte querido dar cuenta, se han metido en tu baño. Tú no puedes más y aporreas con insolencia las puertas hasta que se abre una sobre la que te abalanzas sin dejar pasar a la tipiquísima anciana desorientada que no sabe si ha hecho pipí ya o iba a ello.
Ahí está, sórdida como cualquier otra, tu soñada taza.
Respiras tranquila mientras intentas cerrar la puerta con un cerrojo invisible. -Mierda, joder- musitas entre los dientes. - ¿Dónde narices cuelgo el bolso?. Miras a un suelo repleto de líquidos indefinidos que no te ofrecen la menor confianza.
Estás perdida.
Tan sólo una extremidad de tu cuerpo queda libre y decides colgarte el bolso de 5 kilos al cuello. Con una mano sujetas la puerta que queda a medio metro mientras que con la otra y intentas desabotonarte o bajarte la cremallera, quitarte las medias y las bragas. Todo ello mientras intentas mantener esa "postura" que te enseñó tu madre; cosa que a estas alturas es altamente imposible. Tiemblan tus piernas mientras estás medio suspendida en el aire. No puedes estirar más el brazo y la puerta está empezando a ceder. Alguien llama.
Terminas nerviosa por las prisas. Como viene siendo habitual, miras a tu derecha y no hay papel.
-¡Estupendo!, voy a coger los Kleenex del bolso-. Hundes la cabeza desesperada y buscas con los dientes. Ni rastro del papel. -¿Para que llevaré tanta mierda encima si luego soy incapaz de meter unos humildes Kleenex?-.
Desesperación, hundimiento. Sigues buscando y encuentras el ticket del hiper con la compra del mes.
Las mujeres somos grandes supervivientes y ello garantiza nuestra salvación.
Desgraciadamente estas situaciones son habituales. Si vas con tu amiga, ella te va a sujetar la puerta, el bolso y te va proporcionar Kleenex. Por eso vamos juntas. Quizá por eso tardemos tanto
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